José Félix Díaz Bermúdez
Si algo es perjudicial para un país por cuanto implica de distanciamiento humano, fracturación de la concordia, rompimiento de la familiaridad es estimular diferencias, el inadmisible enfrentamiento entre unos y otros, el avivar complejos y resentimientos absolutamente impropios, ajenos de nuestra mejor naturaleza, historia y realidad como pueblo.
En ciertos momentos se han manifestado expresiones y creencias injustas hacia los venezolanos que se encuentran en el exterior como si los mismos fueran diferentes al resto y, en virtud de ello, sujetos a perder sus vínculos, sus derechos, el afecto y la protección de su patria natal.
La salida del territorio de la República de un alto número de venezolanos no es producto de un esnobismo, de una moda, de un menosprecio y rompimiento con nuestro país. Ha sido el resultado en muchos casos de un complejo de situaciones, de una crisis humanitaria reconocida por la Organización de las Naciones Unidas como consecuencia del deterioro nacional y de la pérdida del bienestar general, asunto que se debe superar para que vivamos todos y regresen aquellos que así lo deseen.
La seguridad, el empleo, la propiedad, los derechos familiares, la libertad de movimiento y libre tránsito, dentro y fuera de las fronteras sin perder condición alguna, son derechos humanos ampliamente reconocidos en el mundo civilizado.
Ante conductas indebidas en contra de los venezolanos que inmigraron temporal o definitivamente, la dirigencia social, administrativa y política debe evitarlos, condenarlos, sancionarlos y expresar un mensaje de unidad, igualdad, concordia, tolerancia, respeto y compromiso con los derechos de unos y de otros.
No son mejores o peores los que están encuentran adentro o afuera. No son traidores los que salieron del país; no son únicamente ciudadanos los que permanecen.
El sentido necesario y esencial es que todos somos venezolanos y nos debemos afectos y consideraciones por nuestro origen, actitud, tradición y carácter nacional, por nuestra historia, afirmada en luchas anteriores en la Independencia y en la Guerra Federal, y que nos constituyeron en uno de los países más igualitarios. receptivos y amistosos del mundo.
Sentimientos indignos, el mal trato, la envidia, la rivalidad, el ilícito aprovechamiento y atentado contra los derechos de los que están afuera, es un acto condenable violatorio del orden vecinal, ciudadano, moral, jurídico y social, así como contra lo mejor del gentilicio.
Somos venezolanos unos y otros, ninguno debe ser objeto de discriminación por su origen, por su condición, por el lugar donde se encuentre.
Los venezolanos debemos apoyarnos entre sí; apartar conductas individualistas y egoístas; organizar ese respaldo hacia los otros, con sentido de fraternidad; conservar conducta ciudadana; demostrar que somos adentro y afuera gente de bien, educada, trabajadora, digna de ser estimada y respetada.
Un gobierno verdaderamente representativo de todos y una sociedad que preserva sus valores humanos, vecinales, colectivos, familiares, no puede admitir actos injustos, ilícitos, ilegales contra los que están afuera como una especie de sanción contra los venezolanos.
Somos unos y otros compatriotas y nos debemos reconocer como tales, para demostrar nuestra mejor condición como pueblo generoso, fraternal, humano y familiar.
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