Salvar la Amazonía

José Félix Díaz Bermúdez

Hasta ahora. y no sabemos hasta cuando, la Amazonía representaba uno de los territorios más hermosos, menos poblados, con una inmensa riqueza natural que comprende fauna y flora únicas, montañas, ríos, selvas, minerales, todo lo que se pueda imaginar.

Si algún territorio puede estimular la imaginación de lo que fue y es la leyenda de El Dorado, es precisamente ese. Pero mucho más allá de la riqueza en oro que alucinó a los conquistadores europeos, hay una riqueza mayor que habita en ese lugar y que compromete el significado de la vida en el planeta y es, entre otras, la biodiversidad que integra.

Si dimensionamos que solamente representa la Amazonía el 1% de la la superficie de la tierra, su magnitud se multiplica al saber que en ella se encuentra el 10% de las especies conocidas y el 25% de la biodiversidad. En su cuenca habitan más de 2.300 especies de peces, más de lo que existe en el Océano Atlántico. Ella alberga igualmente la sexta parte del agua dulce del planeta.

Además de lo anterior, según un importante informe de evaluación de la Amazonía y los peligros que confronta: «La selva amazónica también es un amortiguador contra el cambio climático; regula la variabilidad climática y almacena alrededor de 130 mil millones de toneladas métricas de carbono, casi una década de emisiones globales de dióxido de carbono» (Panel de Ciencia por la Amazonia).

La Amazonía, en términos geográficos, es inmensa y se estima que comprende unos 7,4 millones de Km2. Varios países del Sur de América Latina la comparten y tienen ante ella la mayor de las responsabilidades y ellos son: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. La región es considerada como la selva tropical más grande del mundo que la misma África no tiene en su territorio.

Esta riqueza incalculable se encuentra en la actualidad bajo una real amenaza ante la explotación irracional a la que está siendo sometida constituyéndose en varios lugares en los cuales se materializa un grave delito ecológico.

La deforestación de la Amazonía es uno de los hechos más peligrosos que se están produciendo en la actualidad mundial, y en tal sentido, como se expresa en un estudio de Mapbiomas, ella: «… ha perdido 74 millones de hectáreas de vegetación nativa de 1985 al 2020«. Esta extensión, según lo denunciado por esa asociación, constituye la superficie territorial de Chile.

Los datos son cada vez más alarmantes y provienen de numerosas personalidades y organizaciones científicas y académicas. De acuerdo a estas consideraciones, se avanza de manera preocupante hacia la destrucción y deforestación de importantes sectores de la Amazonía lo cual está afectando al cambio climático y puede comprometer el equilibrio del lugar y de la tierra de manera irreversible.

De muchas maneras se puede destacar su fundamental importancia, las más diversas disciplinas pueden indicar lo que la Amazonía representa y más en una época en la cual el cambio climático se acelera y nos arriesga. El valor estratégico de la región amazónica se incrementa en todos los órdenes y cada vez más sobrepasa los intereses nacionales para evidenciar un carácter cada vez más supranacional, y así debería ser declarado.

Nos preocupa la Amazonía como sistema de biodiversidad, hidrográfico, climático, ambiental, político, cultural. Ya se han estado manifestando opiniones ante la incapacidad de los gobiernos asociados en la protección de este territorio, acerca de la necesidad de internacionalizar la gestión del mismo. En toda esa inmensa región habitan más de unos 23 millones de personas. Poblaciones indígenas autóctonas se encuentras allí y detentan un alto valor cultural.

La Amazonía está en serio peligro y los países al que pertenece no lo concientizan. Se hace indispensable un cambio de aptitud frente al problema, de los más amenazantes de nuestro presente y de nuestro futuro.

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