Polémica sobre la Espada del Libertador Simón Bolívar

José Félix Díaz Bermúdez

Recientemente, en el acto de posesión del mandatario colombiano, Gustavo Petro, se desató la polémica con relación a tres hechos importantes: primero, la negativa inicial del anterior presidente del país de permitir en el mismo la presencia de la espada del Libertador Simón Bolívar; segundo, la orden que inmediatamente después de asumir el cargo presidencial dictó el nuevo presidente de que la pieza histórica fuera llevada al lugar; tercero, la actitud del Rey de España al no levantarse de su asiento en el momento que el simbólico objeto entraba en el recinto mientras el pueblo colombiano homenajeaba con orgullo la memoria del Libertador y los otros presidentes, de pie, saludaron el noble sable que representa, entre otros, la lucha de Bolívar, el Libertador de América, por la independencia del continente y del mundo.

Bolívar es una de las más resaltantes figuras de la historia universal. Se le considera entre los grandes capitanes del mundo y se valora, a diferencia de los otros, desde Julio César hasta Napoleón, que no fue un conquistador sino un Libertador, en el más alto sentido de su obra republicana, «el título más glorioso y satisfactorio para mí que el cetro de todos los imperios de la tierra», como él mismo lo expresó.

Bolívar es una figura resaltante de la hispanidad. Desconocerlo en este siglo en el cual las naciones han alcanzado en su mayoría la independencia y el colonialismo se rechaza, es un acto de insólito egoísmo, ignorancia y deslealtad con los principios de libertad y soberanía que el mundo defiende. 

La absurda idea que extrañamente ha sugerido alguien de que las estatuas de Bolívar sean retiradas de las plazas de España resulta insostenible por lo que significaría como desconocimiento de la historia, de los valores esenciales del hombre y de la dignidad de los pueblos de América Latina que el héroe reivindicó.

Recientemente visitamos la Casa Natal de Bolívar y el Museo Bolivariano, sitios emblemáticos de Caracas, y en ella apreciamos tal y como se observa en la foto, una réplica de la espada de oro y de diamantes que el Perú obsequió a Bolívar y que constituye más que una pieza material, una joya de alto valor espiritual e histórico. Bolívar recibió aquel honor pero no fue hombre de ambiciones materiales, perdió su fortuna por sus desvelos patrios y muchos de sus reconocimientos los obsequió a sus generales, oficiales y a los pueblos que liberó.

Si alguien en este tiempo duda de la grandeza de Bolívar y el porqué en el mundo y en América, en particular, desde el norte y hasta el sur se honra su memoria, sus actos, sus lecciones de patriotismo y de virtud superior, les presento este texto denominado «Canto a Bolívar» del gran poeta chileno Pablo Neruda, obra que bien expresa verdades, sentimientos, valores que con relación al Libertador se encuentran arraigados en lo más profundo del alma y la conciencia de nuestros pueblos de América Latina.

UN CANTO PARA BOLIVAR, de Pablo Neruda

«PADRE nuestro que estás en la tierra, en el agua, en el aire
de toda nuestra extensa latitud silenciosa,
todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada:
tu apellido la caña levanta a la dulzura,
el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,
el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar,
la patata, el salitre, las sombras especiales,
las corrientes, las vetas de fosfórica piedra,
todo lo nuestro viene de tu vida apagada,
tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios,
tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre.

Tu pequeño cadáver de capitán valiente
ha extendido en lo inmenso su metálica forma,
de pronto salen dedos tuyos entre la nieve
y el austral pescador saca a la luz de pronto
tu sonrisa, tu voz palpitando en las redes.

De qué color la rosa que junto a tu alma alcemos?
Roja será la rosa que recuerde tu paso.
Cómo serán las manos que toquen tu ceniza?
Rojas serán las manos que en tu ceniza nacen.
Y cómo es la semilla de tu corazón muerto?
Es roja la semilla de tu corazón vivo.

Por eso es hoy la ronda de manos junto a ti.
Junto a mi mano hay otra y hay otra junto a ella,
y otra más, hasta el fondo del continente oscuro.
Y otra mano que tú no conociste entonces
viene también, Bolívar, a estrechar a la tuya:
de Teruel, de Madrid, del Jarama, del Ebro,
de la cárcel, del aire, de los muertos de España
llega esta mano roja que es hija de la tuya.

Capitán, combatiente, donde una boca
grita libertad, donde un oído escucha,
donde un soldado rojo rompe una frente parda,
donde un laurel de libres brota, donde una nueva
bandera se adorna con la sangre de nuestra insigne aurora,
Bolívar, capitán, se divisa tu rostro.
Otra vez entre pólvora y humo tu espada está naciendo.
Otra vez tu bandera con sangre se ha bordado.
Los malvados atacan tu semilla de nuevo,
clavado en otra cruz está el hijo del hombre.

Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra,
el laurel y la luz de tu ejército rojo
a través de la noche de América con tu mirada mira.
Tus ojos que vigilan más allá de los mares,
más allá de los pueblos oprimidos y heridos,
más allá de las negras ciudades incendiadas,
tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace:
tu ejército defiende las banderas sagradas:
la Libertad sacude las campanas sangrientas,
y un sonido terrible de dolores precede
la aurora enrojecida por la sangre del hombre.
Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.
La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron,
de nuestra joven sangre venida de tu sangre
saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos.

Yo conocí a Bolívar una mañana larga,
en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,
Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?
Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
«Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo».

Foto del autor del artículo en la cual aparece Liane Dilda, de espaldas, observando en la Casa Natal de Bolívar en Caracas, la copia de la espada del Libertador obsequiada por el Perú. Al fondo se refleja el hermoso patio de la casa, su fuente, columnas y techado.

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