¿Negar a España?

José Félix Díaz Bermúdez

Recientemente en ocasión a la celebración del 12 de octubre pasado, fecha del descubrimiento de América, se replantea en ambos sitios en España y en nuestro continente, la polémica sobre su celebración y su significado.

En los últimos años y más recientemente en virtud de declaraciones políticas en algunos gobiernos en América Latina, en especial el de México, en ocasión al cumplirse los 500 años de la toma de Tenochtitlan, se plantea la exigencia de disculpas de un lado, y del otro, la manifestación reciente de que se debe agradecer la hispanidad. Ambas posiciones deben implicar en uno y otro lado del atlántico un profundo proceso de conocimiento, discusión, evaluación, valoración y comprensión seria y ponderada para la integración.

Adolecemos por defecto en nuestra actitud y educación y en especial nuestros gobiernos por falta de ilustración y coherencia, un sentido objetivo, valorativo, crítico y fundamentado de la historia.

En la escuela, en el bachillerato, en la universidad salvo las carreras específicas en América desde luego -pero también lo advierto en la misma España-, existe un vacío en cuanto al análisis de lo que ha sido y es en su alcance la integración humana, política, social, económica y cultural del gran hecho y sus altas y constructivas consecuencias para la civilización.

La iniciativa española de encontrar una ruta comercial desde Europa para llegar al otro lado del mundo conocido y mercadear las especies y en el tránsito encontrar un nuevo territorio y una raza de hombres, sorpresiva para los que navegaron y también para quienes los advirtieron, ha sido uno de los acontecimientos más relevantes de la existencia humana.

Sus efectos son trascendentes, únicos, inéditos. Por primera vez fue posible conformar una idea completa del mundo. Una idea que impacta desde entonces y que permite empezar a construir la singularidad y la pluralidad de lo que somos. No fue China, ni Rusia, por ejemplo, entre otros, los que descubrieron y desarrollaron el Nuevo Mundo nuestro, es un hecho esencial y mayoritariamente español y portugués por el otro.

Junto a la ambición de riqueza y posesión en la que obviamente se suscitaron actos de violencia y despojo, junto a las armas y los soldados, vino también la religión, la fe en Cristo y institución de la Iglesia, el sentido organizado de un Estado, la justicia y la ley, la administración, la integración territorial, la formación, la educación, el trabajo, la producción mineral, agrícola y ganadera de un continente que no se conocía a sí mismo.

Un hecho social inédito hasta entonces se produjo con un marcado alcance: el mestizaje, la integración y formación de razas nuevas. Junto al soldado estuvo el misionero. La iglesia fundó creencias y valores espirituales superiores y defendió los derechos de los pobladores. La bula papal de 1537 y las Leyes de Indias que se fueron dictando y conformando a lo largo de los siglos, significan un monumento de civilización al reconocer de la condición humana de los indígenas y de los hombres.

El juicio extremo sobre los males de la conquista y la colonia sin considerar sus aportes y los avances que implicó, la formación y la integración de pueblos y territorios en materia de raza, agricultura, ganadería, instituciones, educación, fundación de ciudades, caminos, edificios, creación de universidades, la importancia relevante que América alcanzó como parte de España en el comercio en general, el idioma, la literatura, la ciencia, entre otros elementos, no tiene precedentes y nos da en común una afirmativa identidad.

España tiene que impartir para el mejor conocimiento de sus generaciones a nivel de la educación la historia de América como parte esencial del ser y del espíritu hispánico. América debe también apreciar el valor de su pertenencia al mundo hispánico y cómo se formó y se desarrolló como características únicas y propias en cuanto es también constructivo y edificante.

Negar a España y negar a América como una unidad y un patrimonio cultural, social, humano es un absurdo. Encontrar los lazos comunes, potenciar lo que somos, reconocer conscientemente lo que nos fortalece y diferencia de otras regiones y culturas nos afirma.

Hay pues una historia común útil y significativa que nos enriquece y nos distingue en el mundo y que en la práctica cotidiana de las naciones no es rechazada sino, por el contrario, está consolidada en la familiaridad y el intercambio en la presencia de Latinoamérica en España y de España en Latinoamérica que es parte de su propia raíz, naturaleza, entendimiento y desarrollo hacia el futuro.

Negar a España y negar a América, es un absurdo, repetimos, es negar al ser mismo de lo hispánico como elemento resaltante de la historia universal del cual formamos parte destacada.

Somos herederos y somos actores de una cultura singular, importante y decisiva por sus logros y sus perspectivas admirables en la existencia y transformación del mundo.

Jfd599@gmail.com 

Foto / AFP Photo

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