José Félix Díaz Bermúdez
La política latinoamericana y, en particular, en algunos países, se ha plagado de una retórica insustancial, inconsistente, descalificatoria, amenazante y grotesca inclusive. La actuación de ciertos dirigentes ha significado un grave deterioro de la condición política, de la relación entre el gobierno y los ciudadanos, entre los Estados y los organismos internacionales.
En el marco de esta situación alarmante y preocupante, se ha hecho evidente un supuesto intento de cambios y de aparentes transformaciones que, en definitiva, desdicen de la realidad de los países, sus necesidades, sus condiciones, su cultura y tradiciones, su propia historia.
Esta última se ha pretendido transformar, rehacer, reinterpretar sobre bases inciertas y parciales. Se usa de la historia sin fundamentos, se emplea a sus personajes y se confrontan, se utilizan sus nombres y simbolismos según las conveniencias.
Las expresiones del expresidente Manuel Andrés López Obrador en contra de España y la conquista de México, reiteradas ahora por la nueva mandataria la doctora Claudia Sheinbaum, quien con sentido antidiplomático condicionó la presencia en su toma de posesión del Rey Felipe VI, es un hecho que es preciso reflexionar ante el surgimiento de un frecuente estilo retador y descalificador.
Si bien durante la conquista de nuestros territorios se evidenciaron en diversos momentos actos indignos, crueles e injustos, condenables en todo tiempo y circunstancia, no cabe duda que se hace necesario examinar en el caso de España su presencia en América: acciones, hechos, circunstancias, políticas y resultados que implicaron transformaciones esenciales que, a la vista del tiempo, repercutieron positivamente en la evolución de los países, considerando en el análisis factores muy complejos que no pueden ser apreciados y juzgados de manera simplista y sin la debida ponderación y fundamento.
Nueva España, tal y como fue denominado el territorio que en parte heredó el actual México, tuvo una significación extraordinaria para la corona y en la propia América. Alcanzó el señalado rango de un virreinato y, en el mismo, se escenificaron hechos transcendentes que definen no sólo el alcance que tuvo la conquista y la colonización en diversos lugares, sino su aporte útil y permanente a las naciones de América Hispana, y que, en definitiva, hay que considerar para entender lo que fueron, lo que son y pueden ser en el futuro.
Nueva España no fue una simple colonia intrascendente y sometida, fue parte esencial y principal del imperio del cual formamos parte.
Desde el primer momento, cuando el papa Alejandro VI -pontífice de gran legado espiritual y cultural- adoptó la bula Inter Caetera a favor de los Reyes Católicos en el año de 1493, le otorgó a la conquista un mandato civilizador ordenando: “se envíen a dichas islas y tierras varones buenos, temerosos de Dios, doctos, sabios y experimentados…”. En tal sentido, Nueva España tuvo en muchos casos buenos gobernantes, instituciones y leyes ilustradas que estimularon un sistema precursor y modernizador.
La evangelización no fue únicamente la imposición de la religión católica sobre otra, sino la creación espiritual y cultural organizada y sistemática de la fe, y hasta conservadora y difusora del vocabulario y las gramáticas indígenas lo cual contribuyó a preservar su contenido y estimular la comunicación entre naciones.
De la misma manera, la colonización significó no únicamente el surgimiento de cronistas del Nuevo Mundo español sino también de los cronistas indígenas quienes en su propia lengua y en la nuestra escribieron sus invalorables códices, la obra descriptiva y analítica de la historia de esa sociedad, tal como lo hizo, por ejemplo, entre otros, el misionero franciscano Bernardino de Sahagún.
La huella trascendente de la civilización originaria fue preservada y reconocida. Obras, entre muchas notables, como la de Fray Juan de Torquemada titulada “La Monarquía Indiana” (1615) recogió su significado y tradiciones.
Igualmente, Nueva España escenificó un importante desarrollo político, comercial, industrial, social, urbanístico y científico. Catedrales, iglesias, monasterios, escuelas, hospitales, ciudades emergieron en todo su amplísimo territorio. Capitanías, reinos y provincias se estructuraron y asentaron. Ciudades como Colima (1523), Querétaro (1531), Guadalajara (1539), Zacatecas (1548) surgieron en todo su esplendor. Nueva España puede ser considerada, por encima de Madrid, la verdadera capital del imperio español durante los siglos que existió.
La imprenta se estableció en el actual México por obra de los españoles en el año 1539 y con ella la cultura. La educación y el aprendizaje, que inclusive se extendió a los indígenas, adquirió relevancia. Testimonios de autores indígenas constan en anales y memorias como parte indiscutible de la historia de esa época.
Para los Tlaxcaltecas, por ejemplo, aliados de Cortes en la lucha contra los Mexicas, significó un acto de liberación de la opresión de los mismos contra sus pueblos.
La esclavitud formal de los indígenas fue prohibida por España a través de las Nuevas Leyes del año 1542, reiterada en la Recopilación de 1680 y, otra vez, en 1718, condenándose siempre sometimientos, injusticias y maltratos que muchas veces se manifestaron.
La nobleza de los Moctezuma fue reconocida y lo es hasta la fecha en sus descendientes. Un hidalgo español, don Juan Cano de Saavedra, se casó con Isabel, hija del emperador indígena. De igual forma, la obra humanizadora de Fray Bartolomé de Las Casas, su influencia y presencia ante la corona, en su tiempo y en el nuestro, constituye un elevado testimonio de la defensa de los pueblos conquistados y de sus derechos superiores como hombres y como naciones.
En materia territorial, la extensión de Nueva España hacia el norte y hacia el sur de lo que actualmente es México, era muy significativa. Comprendía parte importante de los Estados Unidos y de Centroamérica hoy. Los españoles la defendieron tenazmente mediante cuerpos militares, fortificaciones y la Armada de Barlovento contra incursiones piratas y contra las tentativas de otras potencias europeas.
Por último, la cultura alcanzó en Nueva España un lugar relevante: allí está la Universidad Real y Pontificia de México, creada en 1551; allí las maravillas del barroco novohispano, sus artistas, sus constructores, sus edificaciones; allí la obra literaria singular de Bernardo de Balbuena, Juan Luis de Alarcón, de sor Juana Inés de la Cruz y otros más.
Lo hemos señalado otras veces: no puede pensarse, entenderse, concretarse y realizarse España sin América y América sin España. El hecho de integración racial, social, cultural y espiritual nos identifica y nos distingue y nos proyecta ante el mundo.
Nuestra independencia se justifica y fue la evolución misma de nuestros derechos y nuestro aporte a la historia del mundo porque fuimos y seremos: “la esperanza del universo” como indicó Bolívar. Ello no significa que la historia anterior no explique lo que somos y atribuya a nuestros pueblos elementos definitorios propios, trascendentales y encomiables.
México es un gran país que merece ocupar el más alto sitial en nuestra época, y que bien puede enaltecer y rescatar lo mejor de sus tradiciones y su historia de civilizaciones y de pueblos con significación universal. Ello le obliga a valorar su pasado, mejorar el presente, construir el futuro.
Imagen principal: Mapa de Nueva España
Felipe VI y Claudia Sheinbaum, El Colombiano.
Mapa de Nueva España
Papa Alejandro VI
Reyes Católicos Fernando e Isabel.
Penacho de Moctezuma.
Antiguo Códice Mexicano
Clases sociales antiguo México
Catedral Metropolitana de México
Recopilación de las Leyes de Indias
Sor Juana Inés de la Cruz
Esta entrada tiene 2 comentarios
Excelehilado de filigrana,gracias José Felix, nte sintesiscde varios » porques»
Mejor explicado en tan pocas líneas imposible José Félix, seguir descalificando y lamentando el origen y nacimiento de nuestras naciones de Hispanoamérica para justificar los errores políticos del presente es absurdo. Lo único que hemos logrado con ese enfoque negativo de la historia es desunión y resentimiento, que no nos ha permitido pensar y planificar un mejor futuro.