La Humanidad del Mariscal

José Félix Díaz Bermúdez

Conocemos y celebramos legítimamente los hechos admirables de los héroes, las batallas que libraron, las posiciones que ocuparon, el poder que detentaron pero, pocas veces, nos detenemos en detalles importantes, su conducta, su carácter, sus situaciones cotidianas que nos presentan aspectos inadvertidos que demuestran lo que en esencia fueron.

Antonio José de Sucre alcanzó el glorioso título de: Gran Mariscal de Ayacucho. El que venció definitivamente el poder español en América ocupó todos los rangos políticos y militares que le podía corresponder por sus méritos extraordinarios únicamente superado por Bolívar, pero a diferencia de este, llegó a ser legislador también al presidir el llamado Congreso Admirable, el último de la Colombia unificada.

Examinemos algunas de aquellas anécdotas que recoge la leyenda y que no descarta la historia, la historia no de dictadores y de sátrapas, no de tiranos y opresores, no de crueles e infames gobernantes sino la historia de los libertadores que se entrelaza con la de hombres de bien y de virtud.

Cierto día, luego de una larga jornada, inadvertido como un viajero más que llegaba a una posada, un hombre les refirió a estos:

– ¿De dónde se vienen amigos?
– De Chuquisaca, señor.
– ¿Y cómo queda el herejote de Sucre?

– Bueno y sin novedad, respondió uno de ellos.

– ¿Y no se lo llevarán pronto los diablos?
– Parece que tardarán todavía.
– ¡Es una desgracia para la patria que un vil extranjero domine con su corrompido ejército de colombianos y que nosotros los bolivianos tengamos que resignarnos a su vergonzoso yugo!

Mientras eso decía, ese hombre mostraba luego de sus desagradables expresiones un puñal que tenía en sus ropas amenazando con utilizarlo en contra de sus señalados enemigos. Entre los hombres que le escuchaban tales improperios y que los respondía estaba, nada menos y nada más, el propio Sucre, quien contestó de esta manera:

– No es tan fiero el león como le pintan, venga Usted amigo, tomemos algún desayuno; creyéndome caballero ha tenido sus desahogos conmigo y no se ha equivocado Usted, pues, le doy la palabra de honor que jamás el Presidente de la República llegará a saberlo.

Ese magistrado era el mismo Mariscal quien trató a aquel hombre a pesar de sus ofensas con afabilidad y con respeto.

En otro momento, en su despacho como Presidente de Bolivia, el mariscal Sucre recibió a una mujer mayor, tal y como usualmente lo hacía con personas que le requerían. La matrona le narró sollozante el motivo de su visita. Le refirió que su hijo se encontraba en la cárcel como consecuencia de una deuda de dinero y que no tenía la manera de saldarla. Ante tal situación, el Presidente Sucre respondió así:

– Yo no puedo señora contrariar la acción de la justicia; si así manda la ley, la ley tiene que cumplirse. Más al ver a la desgraciada madre presa del mayor dolor posible, allí tiene Usted señora, dos talegos que contienen la suma necesaria para que pague Usted la deuda de su hijo, y evitarle la cárcel; mande Usted inmediatamente llevarlos.

Así como tuvo la hidalguía de salvarle la vida a los más grandes generales de España que a su merced estuvieron como consecuencia de Ayacucho, así no le faltaron medidas para atender a los humildes, a las viudas, a los huérfanos, responderle al soldado, honrar al subalterno, asistir a los heridos, proteger y resguardar contra los males de la guerra a tantos individuos.

No obstante, sí se trataba de la patria, cuántos gestos de firmeza y corrección antepuso a los desmanes que realizaron algunos contra los ciudadanos y que justificaron las más firmes acciones al haber sido descubiertos. Sucre castigó con severidad estos delitos y, al mismo tiempo, aplicó cuando era factible la generosidad y la piedad.

En otra situación, a su cuarto pudo llegar un asesino que le atacó y que Sucre pudo diestramente contener mientras su guardia acudió de inmediato y le detuvo. El hombre fue llevado ante el Juez, se le encontró culpable y se le condenó a muerte. Todo estaba dispuesto para la ejecución y Sucre, de incognito, se presentó en su celda y le dijo:

– Cómo guardián de la ley le he condenado a muerte; como hombre le procuro la fuga para lo cual en la puerta tiene Usted una mula que le conducirá donde pueda encontrarse seguro.

El odio y la venganza no mancharon su alma. Fue noble de tantas formas: al no buscar para sí privilegios y honores, sí justicia y respeto a su propia dignidad como lo hizo en Quito cuando injustamente gravaron los bienes de su esposa.

Era tan consecuente que a su fidelísimo ayudante el coronel Pedro José Alarcón, le dejó en su testamento las joyas, “mi cantina de plata, y las prendas de oro y plata” entre otras cosas, siendo nombrado uno de sus albaceas testamentarios. Renunció a herencias a favor de sus hermanos. Se retiró de la presidencia en Bolivia afirmando que: “tengo mi conciencia libre de todo crimen”. No mancilló a los otros; no destruyó países; no se abalanzó sobre la riqueza nacional y pidió como último acto a los militares que las bayonetas no asecharan la libertad de las naciones.

Son tantos los hechos admirables de Sucre, tantas sus excelsas virtudes, que las páginas no alcanzan para escribir sobre su gloria.

jfd599@gmail.com

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Esta entrada tiene un comentario

  1. AnaisCarlota Mejia Calzadilla

    NOBLEZA EN TODAS SUS FORMAS!

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