José Félix Díaz Bermúdez
En medio de los inconvenientes y dificultades militares y políticas que suponía en ese entonces desarrollar la campaña del Perú: la pérdida de buena parte del Ejército del general Santa Cruz; el retiro de las fuerzas chilenas al enterarse de las negativas novedades; el enfrentamiento entre Torre Tagle y Riva Agüero quienes disputaban la presidencia del Perú, entre otras situaciones, se evidenciaba el difícil estado de la situación de los patriotas para asegurar la victoria sobre el Ejército realista.
Enfermo el Libertador Bolívar en Pativilca no dejaba de pensar y planificar una la victoria, y en medio de su febril estado, repetía a los suyos: «¡Triunfar!» y le señalaba al general Mosquera su plan de reforzar y actuar con la caballería y sí: «…los españoles bajan de la cordillera, los derroto con esta…», y sí no venían: «…me hallaré en situación de ir a buscarlos y batirlos en la sierra…».
Conocedor el Libertador de los enfrentamientos y desafecciones entre los españoles en el Alto Perú y la rebeldía de Olañeta, encontró propicia la oportunidad y decidió marchar hasta el Jauja. Los rigores del clima y las dificultades del terreno no detuvieron su heroica determinación.
En lo alto, habiendo reunido unos 7700 hombres y numerosas guerrillas, aquel hombre de palabra electrizante, habló el 2 de agosto a sus soldados a quienes pasó marcial revista con Córdova a la derecha, a La Mar con los peruanos en el centro, y con Lara a la derecha, presagiando el futuro como usualmente lo hacía:
«¡Soldados! Váis a completar la obra más grande que el Cielo ha encargado a los hombres; la de salvar un mundo entero de la esclavitud.
«¡Soldados! Los enemigos que debéis destruir se jactan de catorce años de triunfos; ellos, pues, serán dignos de medir sus armas con las vuestras que han brillado en mil combates».
«¡Soldados! El Perú y la América toda aguarda de vosotros la paz, hija de la victoria; y aun la Europa liberal os contempla con encanto, porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlaréis? ¡No! ¡No!! ¡No!!! Vosotros sois invencibles».
«¡Viva el Perú! ¡Viva Colombia! ¡Viva la libertad!».
Canterac con su caballería pretendía marchar sobre Pasco, y no obstante su plan de retirarse el 6 de agosto, Bolívar decidió atacarlo ese día colocándose en su retaguardia. Visto este movimiento, el general realista seguro de su triunfo, resolvió ir en persona con los suyos a atacarlo.
Al general Necochea, a quien Bolívar encomendó la caballería, le correspondió oponerse y aguantar el formidable empuje de los jinetes españoles quienes en un primer momento, lograron arrollar a dos escuadrones patriotas.
Nuestro número en la acción resultaba inferior y, además, las dificultades del terreno imposibilitaban las maniobras pero, sin embargo, los «Granaderos de Colombia» impulsados por Braun, alcanzaron romper el ala izquierda del enemigo.
(Retrato de José de Canterac)
Ante el avance de la caballería realista, el intrépido Miller reemplazó al herido y valiente Necochea mientras se desarrollaba aquella lucha. Ni un tiro se escuchaba, era solo la caballería la que chocaba entre sí y el filo de los cuchillos únicamente haría su despiadado trabajo.
Cuando los realistas en un momento creían haber alcanzado la victoria, en el lugar, detrás de una colina, permanecían los: «Húsares del Perú» quienes conducidos por Manuel Isidoro Suárez, resolvieron atacar a los realistas ya rehechos los escuadrones patriotas.
(A la izquierda retrato de Manuel Isidoro Suárez, y a la derecha del general Guillermo Miller)
El admirable parte que realizó en general Santa Cruz resume los acontecimientos principales de la acción:
«S.E. el Libertador, testigo del valor heroico de los bravos que se distinguieron en el día de ayer, recomienda a la admiración de América al señor general Necochea, que se arrojó a las filas enemigas con una impetuosidad heroica; hasta recibir siete heridas; al señor General Miller, que con el primer regimiento del Perú flanqueó al enemigo con mucha habilidad y denuedo: el señor Coronel Carbajal, que con su lanza dio muerte a muchos enemigos; al señor Coronel Silva, que en medio de la confusión del combate rehizo parte de su cuerpo que estaba en desorden y rechazó los escuadrones que lo envolvían; al señor Coronel Bruix que con el capitán Pingles, algunos oficiales y Granaderos de los Andes, se mantuvo firme en medio de los peligros; el comandante del primer escuadrón del regimiento de caballería de línea del Perú, Suárez que condujo su cuerpo con la destreza y resolución que honrarán para siempre a los bravos del Perú; al comandante Sewerby, que, gravemente enfermo, se arrojó a las lanzas enemigas hasta recibir una herida, al comandante Blanco, del tercer escuadrón; al mayor Olaverría, y al capitán Allende, del primer escuadrón del mismo regimiento; al bravo comandante Medina, edecán de S.E.; al capitán Camacaro, de Húsares de Colombia que con su compañía tomó la espalda de los escuadrones enemigos y les cortó el vuelo de su instantáneo triunfo; a los capitanes Escobar y Sandoval, de Granaderos; y los capitanes Jiménez y Peraza, de Húsares de Colombia; a los tenientes Segovia y Tapia, y alférez Lanza, que con el mayor Braun persiguieron los escuadrones enemigos hasta su infantería…».
Ante el triunfo, el Libertador decidió premiar a los: «Húsares del Perú» cambió su nombre para llamarlos: «Húsares de Junín» para honrarlos para siempre con el nombre de la inmortal batalla escenificada en aquella pampa a más de 4.100 metros de altura, entre las cordilleras central y occidental del Perú, el 06 de agosto de 1824, y de la cual se está cumpliendo su bicentenario.
(Retrato del general Andrés de Santa Cruz)
(Arriba, Batalla de Junín, cuadro de Martín Tovar y Tovar).