José Félix Díaz Bermúdez
La voz eterna de Bolívar, la voz que anunciaba el presente, la voz que descubría el futuro. Nadie como él conoció a nuestra América, pocos como él comprendieron la historia del mundo sobre la cual reflexionó en sus capitales discursos. Nadie pudo apreciar proféticamente lo que vendría para nuestras Naciones; nadie advirtió nuestros errores: “he arado en el mar”; nadie observó tan penetrantemente nuestro destino al señalar que debemos ser ahora y mañana: “la esperanza del universo”.
Sobre Europa y nuestros países señalaba: “el corazón de los americanos es absolutamente independiente. La Europa no es ciega para ver esto como nosotros lo sentimos”.
No obstante la guerra, y a pesar de ella, Sucre presintió el porvenir y lo propuso en visionarios términos al Virrey José de La Serna antes de que se formaran en nuestra época los procesos de integración: “Pendiente pues la península de la voluntad de los aliados y del resultado de la lucha doméstica, sus atenciones sobre América se convertirían sin duda en unir a los españoles (libres) liberales con los americanos libres para hacer en el nuevo mundo una liga santa contra es despotismo” (1823).
Igualmente, ante la inevitable obstinación en la lucha, pidió a sus enemigos al menos: “el menor mal posible a la humanidad”.
Mira más allá… Sucre observó el desenvolvimiento de la política de su tiempo en la etapa final de la independencia dando como un hecho lo que iba a ocurrir en Ayacucho el 09 de diciembre, hace hoy 200 años. Advirtió con desagrado los intereses de los godos en el Perú, que a lo sumo: “nos tomarían Quito”, que él ya había liberado pero advirtió los planes de reconquista de la Santa Alianza, reunión de monarquías contra la libertad de las naciones. “Contra nosotros será más cruel y descarnada cuando aún nos creen indios”.
Apuntó como pocos lo hicieron en la independencia y después de ella el objetivo de todo: los derechos sagrados de los pueblos que él defendió constantemente.
¿Ignoraba los males causados por el empeño de los realistas de dominar a América? No, los sufrió, los enfrentó y los describió al recordar: “los vejámenes, las injurias, los asesinatos, los desastres de toda clase que han cometido en el país”. Y nos preguntamos ahora reflexivos y auténticos, con la honestidad en el alma y en el pensamiento: ¿y han sido ellos los únicos?
Cuánto no hubiera padecido su alma patriótica ante los hechos de sus propios gobiernos americanos en todo lo que ha sido su historia posterior. Porque Sucre, en su tiempo y mirando el nuestro, pudo advertirlo y denunciarlo, enfrentarlo y cuestionarlo cuando temió con elementos ciertos la evolución de nuestros pueblos que una vez liberados de las cadenas extranjeras fueron víctimas de los grillos americanos: gobernantes ímprobos, gobiernos opresores, violentos, criminales, indignos de tantos hombres verdaderos, de tantos hechos heroicos, del ideal auténtico de Bolívar, de la gloria inmarcesible de Ayacucho y de su Mariscal.
¡Sucre la virtud y la grandeza! La victoria definitiva el 09 de diciembre de 1824 tuvo y tiene inestimables consecuencias, y él especialmente que señalaba que: “El ruido de la guerra no debe oírse más en estas regiones”. Porque nadie como Sucre -Bolívar desde luego- entendió y añoró el destino superior de América, nadie luchó tanto por él, asumió sus angustias como propias, luchó contra ellas, derrotó a sus enemigos y descubrió entre nuestras costas y llanuras, selvas y montañas, serranías, abismos, ríos, mares, en todos los lugares y en todos los caminos de la América Latina, lo mucho que debíamos hacer, lo mucho que debíamos lograr, y principalmente la paz.
Sí, la paz, porque como bien lo afirmó: “la paz porque la necesitan los pueblos”, máxima admirable de su pensamiento.
El sabio Humboldt recorrió el continente y lo descubrió para la ciencia; Bolívar y Sucre lo hicieron para la libertad.
Pero ellos no pensaron y actuaron única y exclusivamente para la libertad de las naciones que formaron sino también para las naciones a las que no llegaron: ir contra si era preciso al Brasil imperial; la aspirada independencia de Cuba y Puerto Rico, proyecto que añoraron alcanzar como él mismo lo expresó: “un día de tanta gloria como el 09 de diciembre”.
En sus consideraciones y en sus propias propuestas al Jefe de los Españoles en el Perú, el representante directo del mismo Rey, planteó la conveniencia de la causa representativa de las ideas liberales para la propia Europa y que no se podían impedir para todo el mundo.
¡Sucre el avanzado de la República; Sucre, el ciudadano ejemplar; Sucre, el hombre de la virtud; Sucre, el genio de la guerra; Sucre, ¡el hombre de la paz! Sucre lo fue todo.
¿Qué era necesario más allá que derrotar a España en los campos de batalla y de manera tan extraordinaria como ocurrió en Ayacucho? Para Sucre, con esa victoria, la revolución de independencia había terminado luego de 15 años de indecibles sacrificios. Ahora debía sucederle, al decir profundo de Miranda, la verdadera libertad.
La Federación de nuestros pueblos era una noble aspiración, pero en la práctica, apreciaba por las circunstancias su imposibilidad. Ya el haberlo constituido en los ejércitos había sido una proeza, pero pronto los separó la política.
¿Qué esfuerzo final, qué mensaje, qué causa se debía emprender nuevamente a nombre de la libertad de las naciones y la dignidad del ser humano para la gloria de aquella Colombia su patria republicana?
Sucre ante los retos nuestros, inmensos como la geografía, tuvo la comprensión propia del gran estadista. Algún autor sobre su vida apreció en él la condición que pudo haber tenido un príncipe europeo. Bolívar, para su insólita desgracia, vio en Sucre su sucesor, y es por ello que la muerte lo aguardó en Berruecos. Nadie con más derechos que Sucre para serlo.
Además de ello y de haber sido el héroe de la guerra y haber sido el héroe de la paz, Sucre es igualmente para nosotros el héroe de la civilidad. Nadie como Sucre en la guerra; nadie como Sucre en la paz; pocos como Sucre ante la historia. Nadie tan eminente como un sabio; nadie tan puro como hombre de bien. Sucre resume y personifica en las más exigentes circunstancias y términos, todas las virtudes humanas volcadas sobre la política, sobre la guerra y sobre la sociedad.
Las instrucciones que ofreció como presidente de Bolivia a los comisionados que nombró para asistir al Congreso de Panamá, antecedente de la unidad hispanoamericana, sintetizan en su alcance la visión de un continente unido, creíble, respetable en lo interno y en lo externo.
Debo recordar en este instante urgente sus virtudes ciudadanas y su visión de la sociedad. El respeto a los pueblos dentro de la guerra y fuera de ella fue en Sucre ejemplar. Reconoció en todo momento sus derechos a la autonomía, a la democracia, su sagrada voluntad.
Es necesario atender, escuchar sus reflexiones. Miremos en Sucre sus ideales y sus obras que se elevaron como el cóndor sobre las alturas americanas y que descendieron por los ríos, por las llanuras, por los valles, por el mar, por el mar frente al cual nació aquí, vivió y creció, aquel mar oriental, cumanés, que no pudo por las enemistades y las ambiciones de los hombres volver a ver.
Le impidieron los hombres de Páez ensoberbecido y dominante, superar los límites de la Grita, en el Táchira, los enemigos del Libertador. Excluido, impedido de seguir adelante el más notable de los héroes por los caminos de su propia patria.
Desde la temprana hora, desde el comienzo de su acciones militares y políticas, pensada, proyectada y asumida la gran campaña de la independencia americana del sur de Colombia, los principales hombres de esta empresa, Bolívar, San Martín y Sucre, entre otros, comprendieron inteligentemente su alcance y en primerísimo lugar: “Las armas de Colombia cumplirán sus deberes libertando a Quito y satisfarán luego sus votos empleándose a favor de los hijos del Sol”, el Perú.
No era un ejército opresor de los hombres como los que aún actúan en contra de los ciudadanos y proclamó disipando temores de los peruanos: “sus armas no se ocuparan sino de garantir su libertad” y señala: “les dejaremos sus más amplió y absoluto albedrío para que resuelvan sobre sí lo que gusten, para que se organicen del modo que más proporciones felicidad”. “El ejército no intervendrá sino en mantener el orden y evitar los males de los partidos”.
Consideró Sucre, el magistrado, que protegió e impulsó a las instituciones de la Justicia: “un agravio de la moral pública y de la religión, la miseria desvalida se pasee por las calles de esta capital”, y por ello fundó los hospicios en Bolivia.
Se opuso también a cualquier forma de esclavitud de los indígenas; se opuso a la destrucción de la República; al mal gobierno; al militarismo; a las ambiciones ilegítimas; al atropello en su país; al ser humano sometido sin tener los sagrados derechos de la humanidad.
Se opuso y se opone con todas sus fuerzas y autoridad extraordinaria a los males que vivimos hoy. Tal fue Antonio José de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho.
Tomado del diario El Universal, 15-12-2024
Esta entrada tiene 2 comentarios
Excelente artículo. Lenguaje técnico pero de interpretación satisfactoria para dar a conocer la realidad histórica y nuestra identidad de país.
Muchas gracias apreciada María Eugenia. Excelente comentario. Muy gentil.