José Félix Díaz Bermúdez
Una de las obras emblemáticas del cine moderno es: El Dictador realizada por Charles Chaplin en Estados Unidos en el año 1940.
Producida durante la Segunda Guerra Mundial, una de las etapas más complejas de la historia, cuando la presencia Nazi representaba para el mundo el odio, el racismo, el totalitarismo, la intolerancia, Chaplin hizo una sátira genial que aún hoy representa un llamado poderoso a favor de la libertad, la democracia, la convivencia y la paz.
En su época: El Dictador fue censurado en algunos países que no admitían su contenido y que temían las repercusiones de su mensaje, en cambio para muchos, para gran parte de la humanidad que padecía y sufría las consecuencias de la guerra, representó un valiente llamado a favor de los derechos; un ejemplar anunció del mundo que debía venir y ser para todos los hombres.
El discurso final que Chaplin pronunció en la célebre película, es un llamado extraordinario de elevado humanismo para todos. En él nos señala que: “yo no quiero ser emperador” sino por el contrario: “ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles”.
Rechaza entre los hombres las doctrinas y prácticas de odio y de desprecio ya que: “En este mundo hay sitio para todos” y condena como la codicia y la ambición generó en lo peor del ser humano la persecución y la muerte de millones.
Chaplin condenó los errores y crímenes de ese tiempo que le tocó vivir y que en sus riesgos y amenazas es similar al nuestro: las miserias del poder y de la vida; la desigualdad y el odio entre los hombres.
No obstante las desgracias ocurridas entonces, su mensaje es alentador y nos señala: “…no desesperen. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano” y nos indica que mientras el hombre exista: “la libertad no perecerá”.
Su discurso alcanza dimensiones trascendentes, nos enseña cuales son las leyes inmutables y eternas, los derechos y deberes perpetuos que corresponden a todos entre otros: la libertad y la democracia. En tal sentido, nos reconoce en lo que somos y debemos ser: hombres, pueblos, seres humanos.
Invitaba a su generación, a la actual y a las del futuro, para que: “Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia. Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad”.
Charles Chaplin (1889-1977), cuyo personaje se denominaba: Charlot, recibió su primer premio Oscar en el año 1929.
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