El escudo de Caracas heredado desde nuestros orígenes hispánicos, forma parte esencial de la identidad de la ciudad por sus hechos, por sus sacrificios, por sus glorias
Don Diego de Osorio fue un muy destacado Gobernador y Capitán General de la Provincia de Venezuela cuya actuación desarrolló con gran merecimiento entre los años 1589 y 1597. Nombrado en ese cargo en 1588 viajó hacia Caracas luego del mes de mayo del año siguiente, en compañía de quien fuera su amigo y un ilustre servidor de la ciudad y la corona, don Simón de Bolívar, ancestro del Libertador y cuyo nombre le fue colocado a éste en su homenaje.
Este noble mantuano llegó a ser Procurador General de Caracas y la historia inmortal y gloriosa de Santiago de León debe recordarle y señalarle por haber elevado propuestas ante el Rey de España, Felipe II, las cuales fueron aprobadas y que contribuyeron a elevar el rango de nuestra ciudad, en lo político, administrativo, en lo social, económico e histórico, como correspondía a su origen, a sus hechos y evolución desde su fundación.
Don Diego de Osorio hizo grandes aportes para el progreso de Caracas y de la Provincia de Venezuela en general. Entre ellos se encuentra la fijación de la moneda para las transacciones comerciales (perlas de Margarita), acto significativo que ejecutó, entre otros, en acuerdo con el Cabildo de la ciudad. La creación de un hospital; la primera escuela; medidas para abastecer con regularidad y suficiencia los alimentos; la dotación de pescado los días viernes; la construcción de caminos hacia el mar y el empedrado de sus calles; la fortificación de sus defensas para enfrentar como se hizo con éxito los ataques piratas que en varias ocasiones sufrimos.
Otro hecho admirable asociado a nuestra identidad histórica como ciudad por los honores que merecimos, por el prestigio que nos correspondía entre todos los pueblos y ciudades establecidas por España en el Nuevo Mundo, son los Símbolos de Caracas, propuestos ante el Rey por don Simón de Bolívar, afirmándose así nuestra presencia y jerarquía en el mundo hispánico, relevante en su tiempo y en el nuestro por ser parte de nuestra cultura, tradiciones, renombre, hidalguía y por la extraordinaria significación que implicó tenerlo.
Con tan alto fin, Don Simón de Bolívar fue designado de manera unánime por el Ayuntamiento de Caracas, el 04 de diciembre de 1589, para que lo representase ante la Corte por un término de dos años llevando instrucciones expresas tanto del Cabildo, sus ciudadanos y del propio Capitán General, empeñados como estaban en lograr reivindicaciones trascendentes para nuestra ciudad.
El distinguido historiador Luis Alberto Sucre en su valiosa obra: “Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela” (1928), nos ilustra al respecto: “En los dos años que duró su comisión obtuvo Bolívar del Monarca, no solo su aprobación para gran parte de las solicitudes que llevaba, sino algunas mercedes más, que sirvieron de base para establecer la preponderancia que por ellas, y otros privilegios, concedidos más tarde por el Rey, o establecidos por la costumbre, llegó a tener el Ayuntamiento de Caracas en el gobierno de la Provincia. También obtuvo la creación de un Seminario y la concesión de un escudo de armas para la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de León de Caracas”.
El escudo de Caracas heredado desde nuestros orígenes hispánicos, forma parte esencial de la identidad de la ciudad por sus hechos, por sus sacrificios, por sus glorias.
Significa ese escudo el reconocimiento a la templanza de una ciudad que se erigió no solamente por el carácter y constancia de los conquistadores iniciales sino por las generaciones posteriores, por todas las clases que la compusieron e integraron y que se vieron reconocidas en aquellas instrucciones que el Cabildo presentó: “en nombre de esta gobernación y de los pueblos españoles que en ella están poblados” a don Simón de Bolívar, en virtud de la: “necesidad grande que esta ciudad… tenía” y que el ancestro del Libertador cumplió de manera honorable y relevante ante el Rey a nombre de Caracas, implicando el escudo otorgado un acto de justicia y de honra para una población que alcanzó notoriedad por sus productos, su valor, su genio, su constancia, la presencia de tantos hechos heroicos que la distinguen tal y como simbolizan sus armas desde entonces, su escudo de nobleza y de grandeza, que se mantuvo por los siglos hasta ahora, bajo la protección de la Virgen María como expresamente se indica en el mismo, todo lo cual no se puede simplemente alterar, eliminar y desconocer.
En tal sentido, debemos preguntamos: ¿cómo sustituir la historia por otra diferente y destruir los monumentos de la identidad y patrimonio que nos pertenece por título de honor y de virtud y que nos justifican, entre muchos, ante los pueblos de la hispanidad?