Los intentos de sustraernos y vincularnos contra natura de manera dependiente con Rusia y con China, es opuesto a nuestros intereses
En el escenario internacional actual en el que China ha propagado en el mundo el Covid-19, hecho inocultable, por ausencia de estricta sanidad, desinformación y control ante lo que ocurría, se ha planteado una crisis de repercusiones planetarias ante la cual, al realizar el balance estratégico de las ventajas y desventajas generadas por la nueva situación, además del enfrentamiento comercial, tecnológico, informático, comunicacional anterior, resulta evidente quienes han sido sus actores y su favorable posición.
La perspectiva que se presenta ahora al Mundo Occidental es muy distinta a la existente al momento previo de la pandemia. El avance y preeminencia que por siglos ha alcanzado Occidente por sus principios filosóficos, políticos y sociales, su influencia determinante en la historia moderna, sus instituciones democráticas, la implantación y el progreso industrial, la conformación de poderosos bloques y comunidades militares, políticas, económicas y culturales, luego de la segunda Guerra Mundial, han afirmado a nuestra región global como la principal.
No cabe duda que pertenecemos al Mundo Occidental los latinoamericanos, los de Norteamérica, los europeos y de otros lugares. Los intentos de sustraernos y vincularnos contra natura de manera dependiente con Rusia y con China, es opuesto a nuestros intereses, nuestra ubicación geográfica y tradición cultural. El mundo multipolar no significa que no existan intereses, sectores, uniones, comunidades con un sentido propio y particular.
Nuestro conglomerado de naciones de habla hispana, portuguesa, inglesa, francesa, características, historia y realidades de nuestro ser, tiene en Europa su origen fundamental desde la antigüedad clásica. Grecia y Roma iniciaron lo que somos. América reformadora e impulsora, la región que ha determinado el destino del mundo al menos en los últimos 400 años, sigue siendo el eje del planeta. Nos interesa que así sea en América Latina y que formemos parte de ese proceso de civilización, desarrollo, crecimiento, progreso y bienestar.
En mi programa de radio “Opinión Global” (que transmite la emisora “Aire Latino” 88.5 FM en Valencia, España), comentamos recientemente el destacado artículo del embajador honorario de Bélgica, Philippe Jottard, quien hizo un importante análisis sobre lo que aproxima y diferencia a Europa de los Estados Unidos, señalando con precisión la existencia de valores comunes: la libertad política, las luces de la civilización, la libertad económica y, en especial refirió que el éxito del país del norte reside, entre otros factores, en sus instituciones democráticas estables; su impresionante dinamismo económica; su superioridad militar; la presencia de una inmigración selectiva: “que atrae sucesivamente a los mejores”; su excelencia científica; inventiva tecnológica; su influencia cultural planetaria y su orgullo nacional, entre otros, concluyendo que: “su energía permite sobreponerse a múltiples crisis”.
El viejo continente, sin embargo, ha tenido factores que le dividen y limitan; debe afirmarse y continuar su marcha: “hacia la Europa federal”; debe mantener y desarrollar los intereses comunes con los EE.UU y con América Latina; defender el pluralismo democrático y observar en sus causas y consecuencias esta pandemia que a juicio del diplomático Jottard la: “ha debilitado frente a China”, concluyendo con acierto que: “Europeos y Americanos (y agregamos los latinoamericanos desde luego) tienen un interés mayor para cooperar” para sostener nuestra presencia en el mundo de hoy.