José Félix Díaz Bermúdez
(Sucre en la batalla de Ayacucho, Museo de los Libertadores, Lima, Perú)
Mientras el campo estaba dispuesto y los hombres ansiosos, enemigo se alzó una bandera y se nos perdía parlamentar. Con un gesto, Sucre determinó que fuera Córdova a atender lo que se propondría, y al momento regresó.
“¡Mi general! Está pidiendo el enemigo que antes de las acciones, los soldados y los oficiales se despidan de sus familiares en el campo”. “¡Concedido general! ¡la humanidad está por encima de todo!”.
Los hombres de uno y otro bando depusieron sus armas y con paso rápido, se adelantaron presurosos para encontrarse con los suyos, aquellos hermanos y familiares que estaban en el lado contrario donde la vida, las convicciones, el destino los había colocado.
Terminado aquel encuentro de suprema emoción, de nuevo los realistas piden conversar otra vez, y Córdova vuelve a ser el encargado de escucharlos, y el general español le dijo: “¡General…, vamos a iniciar la batalla!” “¡Vamos a iniciarla pues, sean ustedes los que deben disparar el primer fuego…!”.
(Placa en la Estatua Ecuestre de Sucre en Ayacucho y Cuadro de la batalla de Ayacucho)
En su sitio estaban los batallones, los hombres listos por nuestra parte, Sucre sobre el caballo expectante de los primeros movimientos para determinar quién, cómo y cuándo cumpliría su deber con heroísmo según la situación de la batalla.
A la derecha estaban: Bogotá, Voltigeros, Pichincha y Caracas, ansiosos, con las armas dispuestas, recordando tantas proezas, Córdova resuelto. A la izquierda la: Legión Peruana con La Mar a la cabeza, listos para atacar y vencer; en el centro los valientes: Granaderos y Húsares de Colombia, de quienes dependía el nombre de la patria de los libertadores de pueblos. Estaban también prestos otros hombres de América.
(Batalla de Ayacucho, Martín Tovar y Tovar)
Los españoles por su parte, superiores en número, también lo eran por sus posiciones: las mejores, las más altas, las que le permitían de un solo impulso arrollar a nuestras tropas. Mientras ellos estaban mejor emplazados que nosotros, unas barrancas protegían nuestros flancos y ellos, por lo tanto, no estaban en condiciones absolutas de mover a voluntad la caballería que tenía que sortear algunos obstáculos. Las divisiones realistas, bien organizadas, se habían colocado en el campo de batalla.
La artillería realista inició los fuegos. Nos superaban en el número de cañones y de piezas. De inmediato, fueron dispuestos los tiradores nuestros, y ordenada su tarea, la lucha comenzó.
Desde las colinas los realistas descendieron los experimentados batallones: Cantabria, Centro, Casto 1º e Imperial, y los Húsares también, forzando con toda su embestida la lucha por el lado izquierdo.
Hacia el centro, se precipitaron: Burgos, Infante Victoria, Guías y el Segundo del Primer Regimiento con el apoyo por su izquierda: Unión, San Carlos y Granaderos de La Guardia, lo que parecía determinar que con su fuerza y conjunto destrozarían nuestra línea en ese lado, reforzados con los disparos de la artillería.
(Retrato del Virrey del Perú, José de La Serna)
También a nuestra izquierda nos acometían los batallones de Gerona, Imperial y el 1º del Regimiento, Fernandinos y Alabarderos del Virrey.
Cuando sucedía que todo nuestro lado izquierdo, con todo aquel ataque, se encontraba comprometida, Sucre ordenó a Córdova proceder con energía y determinación, y que Miller, por su parte, respaldara su acción, reforzando también a La Mar primero con el: Vencedor y también con el Vargas.
(Retrato del general José María Córdova)
La lucha entonces se trabó despiadada. La furia había llegado a tal punto que en un momento las bayonetas nuestras y las del enemigo se mezclaron y el arma blanca salió a relucir. Mientras tanto, el valiente batallón: Rifles y su jefe el general Jacinto Lara, aguardaban con impaciencia lo que Sucre ordenara.
Con rigor, con disciplina singular, por la derecha, marchamos con armas a discreción, rompiendo fuego preciso y sostenido; y por su parte, nuestra caballería avanzó con resolución destrozando a quienes se le interponían.
(Retrato del general José de La Mar)
Mientras la derecha del general La Mar se encontraba comprometida, y se interponían los realistas entre él y los del general Córdova, cargaron con resolución: Vargas y los Húsares de Junín de tal manera que los flancos enemigos quedaron disueltos.
(Retrato del general Guillermo Miller)
Cuando fue preciso, el Vencedor, la Legión Peruana y los batallones 1º, 2º y 3º, marcharon sobre la derecha enemiga que resistía detrás de las barrancas. Al momento que nuestra izquierda se reagrupó, asentaron el golpe mortal: cargó sobre los enemigos y la derrota fue definitiva.
Tantos hechos admirables, todos fueron héroes: Córdova que asombrosa bizarría llevó en orden a sus dos columnas firmes; Silva cargando con la caballería, cayendo el mismo cubierto de heridas; Miller, cargando con los Húsares de Junín expulsado a los realistas al barranco; Plaza primero con el batallón Legión, y Morán, con el Vargas, compitieron cual más arrojado contra los realistas, logrando que la caballería y la artillería de Valdés se retirara ante semejante impulso.
(Retrato del general Jacinto Lara)
Más de 1.400 realistas quedaron muertos en el campo; por nuestra parte 370 muertos, sin contar los heridos de ambos bandos. El general Sucre mismo se expuso en persona donde era necesaria su presencia: La Mar logró agrupar a los peruanos y los llevó contra los enemigos. Nuestro Ejército Unido había verificado en su marcha no menos de 400 kilómetros para llegar allí.
Lo que fue una ventaja inexpugnable para los realistas, la altura de sus posiciones, no representó un obstáculo para que Córdova llegara a la misma y, con audacia incomparable, alcanzó al Virrey La Serna, herido como estaba involucrado en la batalla, y lo hizo prisionero al instante.
Se había ufanado antes el Virrey de que iba a derrotar a los patriotas allí, y que desalojaría a Bolívar del Perú. Sólo 500 europeos conformaron la fuerza realista y el resto americanos. Por nuestra parte, colombianos, argentinos, chilenos y peruanos integraban los cuerpos. Sucre, perfectamente, había escogido el lugar: infranqueables por el lado izquierdo; y seguros por el lado derecho, siendo imposible para los realistas envolvernos y emplear de frente todos sus hombres.
(Monumento a Ayacucho, Pampa de Quinua, Perú)
Uno de los nuestros lo pretendía traspasar, sin embargo, se le impidió y el mismo fue conducido con absoluta dignidad ante Sucre, quien de inmediato lo identificó, ordenó que se le devolviera su espada, que se reconociera su carácter y con supremas palabras de dignidad lo saludó y le respondió al Virrey: “gloria al vencedor”, “honor al vencido”, respondió Sucre, y sorprendido La Serna por la juventud de nuestro jefe le expresó también: “tan joven y con tanta gloria”.
(Alegoría a la batalla de Ayacucho y Estatua Ecuestre de Sucre en Ayacucho, Perú)
(Tomado de El Universal y del capítulo de nuestro estudio SUCRE ANTE NOSOTROS Y LA HISTORIA)