Nuestras realidades actuales y la profundización de la crisis obliga al establecimiento de un plan sostenible con responsabilidad nacional e internacional para que Venezuela se recupere.
Ante la realidad apremiante del país, urgidos como debemos estar los venezolanos por implementar y coordinar iniciativas útiles que permitan definir y realizar con visión de unidad la cada vez más impostergable reconstrucción nacional, debemos presentar propuestas, retomar iniciativas de valor, asumir con sentido nacional e internacional un plan que vincule concertadamente los recursos, los actores, los organismos y asociaciones que puedan concurrir para tal fin.
Para alcanzarlo, se deben superar las actitudes, posiciones y vicios que han interrumpido desde hace años el crecimiento y el desarrollo estructurado y coherente del país por la ausencia de políticas, gobernanza y credibilidad.
En medio de grandes amenazas internacionales, al final de una guerra terrible, en situaciones de destrucción física, hambre, paralización de la economía y confrontación ideológica, finalizada la Segunda Guerra Mundial, Europa Occidental con ayuda de los Estados Unidos en un momento crucial de la historia, asumió un proceso de reconstrucción que se denominó el: “Plan Marshall”.
En un discurso pronunciado el 05 de junio de 1947, en escasos 11 minutos, se expuso un trascendente programa de recuperación de Europa. Lo hizo el entonces Secretario de Estado del Presidente Harry Truman, George Marshall, en la Universidad de Harvard.
Su objetivo esencial, tal y como lo expresó, más que una acción contra una doctrina o ideología determinada, representó una lucha contra: “el hambre, la pobreza, la desesperanza y el caos” que entonces afectaba a millones de persona en Europa. Se perseguía entonces con la ayuda de los Estados Unidos y la determinación de los gobiernos de Europa libre, el relanzamiento de la economía mundial, la reconstrucción regional, la superación de la división política interna, la reformulación y afianzamiento de las instituciones, la formación de un sentido de unidad e integración, la definición de una nueva política comercial, el abordaje en fin de la emergencia con visión de largo plazo y la estabilización política y social del continente.
Además de lo anterior, y más allá de una ayuda económica, se concretaron fundamentales compromisos y acciones en materia de políticas públicas, de planificación y la reconstrucción del sector industrial, empresarial privado; la activación del sector económico; la superación de los conflictos; la protección de los derechos humanos y sociales; una nueva actitud cultural; la existencia de valores y conductas democráticas.
En nuestro caso, Venezuela perdió en medio de un estéril discurso político y una pésima administración de sus recursos, una de sus más significativas oportunidades que país alguno ha tenido para el desarrollo y el bienestar de la Nación.
Nuestras realidades actuales y la profundización de la crisis obliga al establecimiento de un plan sostenible con responsabilidad nacional e internacional para que Venezuela se recupere; asuma verdaderos objetivos de desarrollo; salga de la ingobernabilidad; empiece un verdadero proceso de reconstrucción, con objetivos claros, con transparencia en el manejo de recursos, con programas específicos, acompañamiento internacional; controles, mediciones garantías para todos los sectores, que evidencien un sentido de dirección acertado y que alcance la viabilidad presente y futura del país.
Si realmente se quiere recuperar a Venezuela como se ha expuesto varias veces sin hacerlo, conscientes de la realidad actual y sus repercusiones internas y externas, un plan serio y sostenible para la activación de la economía y estabilización del país en todo sentido se debe y puede ejecutar para transformar a una Nación rica pero empobrecida, paralizada y dependiente, en una activa, productiva, con un objetivos nacionales e internacionales compartidos e involucramiento responsable de todos los factores necesarios.