José Félix Díaz Bermúdez
Evaluar la vida de don Cristóbal Colón, aquel misterioso navegante de vida tan compleja, llena de incertidumbres y contradicciones para algunos; genial e incomparable para otros, resulta tan fascinante tanto como sus propias aventuras. En efecto, el lugar de nacimiento ha sido discutido, aunque finalmente se sabe que fue genovés, y también lo ha sido su personalidad, su conducta, sus derechos, su autoridad, la significación que debía alcanzar antes y después de sus insólitos viajes.
En el establecimiento de su origen y su desarrollo el Mediterráneo constituye su mar fundamental, su geografía y su medio de iniciales conocimientos y experiencias. El mismo representó durante varios siglos el lugar donde convergieron y se integraron varias de las culturas más relevantes.
Observar y analizar, por ejemplo, un mapa del siglo VII donde pueden trazarse las rutas comerciales que se establecieron en el mismo, es admirar y comprender toda la evolución y relaciones surgidas entre diversidad de pueblos y culturas tales como la arábica, la persa, la bizantina, carolingia, la egipcia, la visigoda y otras, en el espacio donde convergieron plenamente Asia, África y Europa. Más adelante en el tiempo, en la Edad Media, alcanzaron allí toda su significación Venecia, Aragón y Génova.
Colón fue en esas aguas navegante al servicio de familias comerciantes de la época y sufrió, supuestamente en ellas, un naufragio en el cabo de San Vicente perteneciente a Portugal.
Los portugueses destacaron en la marinería e hicieron trabajos importantes en cartografía y en las técnicas de navegación. Sus intereses empezaban a manifestarse hacia el Atlántico, y Colón, mientras que con ellos aprendió aspectos resaltantes sobre su ciencia, conoció las noticias sobre las posibles costas de Cipango. Sin embargo, la falta de apoyo por parte del Rey Joao II, le permitió acercarse a la corte de Castilla, y luego de varios años fue aprobado su proyecto de viaje. España alcanzaría entonces la gloria de emprender y concretar la exploración más admirable de la historia.
Reyes Católicos, Isabel y Fernando.
Con prebendas y privilegios que se le concedieron en ese reino, Colón se aventuró hacia el mar desconocido que le esperaba, realizando de esa manera su primer viaje en el año de 1492.
En esa formidable empresa denominada como viaje de descubrimiento, un mundo diferente surgió con consecuencias impredecibles: la comprobación de la existencia de la otra parte del planeta; la evidencia de otros pueblos y culturas indígenas; la fundación del primer asentamiento en las nuevas tierras en las que vendrían posteriormente como consecuencia de sus viajes, la progresiva implantación de una organización novedosa: administración, leyes, religión y población, el mestizaje humano de una nueva raza que se formaría e integraría para siempre.
Su segundo viaje, autorizado en Barcelona por los Reyes, abrió las puertas de la exploración y la conquista. En ese momento se creía que se habían alcanzado los territorios del Gran Khan. Fueron en los barcos los nuevos hombres y sus oficios: los soldados, los sacerdotes, los comerciantes, los carpinteros, las mujeres españolas de las que nacerían, al igual que de las indias, una nueva raza de hombres y de pueblos.
Del tercer viaje surgiría ante sus ojos la maravilla de la tierra venezolana confundida con el Edén. El descubrimiento del Orinoco, la presencia de sus aguas enfrentadas al mar, sería uno de los espectáculos más impresionantes que observó y describió el Almirante. Una nueva y alucinante geografía se evidenció ante sus ojos. Macuro fue el lugar simbólico y relevante en el cual pisó por primera vez el navegante europeo en tierra firme continental americana en el año de 1498.
En su cuarto y último viaje, divisó las costas hoy centroamericanas e intento recuperar sus derechos y su posición ante los Reyes y la historia.
En Valladolid, ciudad en la que figura uno de sus más reconocidos monumentos en España, está la casa donde murió el Almirante, el 20 de mayo de 1506.
Para unos fue un hombre infame, aventurero, ambicioso, traficante de gentes. Al mismo tiempo en su descalificación muchos han aprovechado desconocer a la religión cristiana y a la Iglesia Católica que la difundió en nuestras tierras. Para otros, Colón es un ser providencial, iluminado, enviado por Dios inclusive y que ha realizado en el mar lo que en la tierra hizo el propio Moisés. Ambos extremos desnaturalizan la verdad y desdibujan peligrosa e injustamente la grandeza de Colón.
Al considerarse peligrosas y enemigas las ideas y creencias de que el mundo era redondo, tal y como lo sostuvo alguna vez Ptolomeo, y que era factible alcanzar a las Indias, tierra de las especies, Colón se atrevió a costa de sí mismo y de que se lo considerase un hereje, a sostener que la tierra y el agua formaban una esfera, tal y como lo relató su hijo don Fernando Colón, sobre la base de los estudios de su padre, de su ciencia y de su arte singular, y que se evidenció en la hazaña de atreverse como no lo hizo otro hombre a explorar lo prohibido y empezar a cuestionar las afirmaciones que por siglos aseguraban de manera distinta lo que era nuestro mundo y sus trascendentales implicaciones.
Colón se atrevió a confrontar y a demostrar lo nunca se había hecho: la forma real del mundo desafiando con ello todas las supersticiones y creencias, los miedos y la ignorancia de los siglos anteriores, abriéndole al futuro, a nuestro futuro, una puerta desconocida. Desafió las dudas, la ignorancia, los prejuicios y nos permitió con su descubrimiento comprender, por vez primera, lo que somos en el mundo y las posibilidades infinitas de que se formen e integren al final todas las razas en una sola: la humana. Tal es la significación extraordinaria de Cristoforo Colombo.
Destruir sus estatuas representa a nuestro juicio un gesto absurdo que se opone a las verdades últimas de la historia. Desconocer a España es parte de un complejo que en vez de elevarnos nos inferioriza, y nos aleja sin razón final de los que somos como raza y como cultura extraordinaria, con significado y huella trascendente y única en la historia de ese mundo que ha nacido en buena parte del hecho hispánico, del surgimiento de América y Europa, y de la obra imperecedera de Colón.