Hemos tenido envidiables momentos de abundancia gracias al ingreso petrolero. Momento en los cuales se invirtieron en obras, infraestructura, desarrollo material y social.
Hoy al conocer las observaciones que ha hecho la firma de servicios financieros internacionales J.P. Morgan con respecto a las proyecciones que realiza sobre el aumento del precio de las materias primas e, igualmente, la estimación de que la factura petrolera debe subir en este año a 73 dólares el barril, y esperando que tal monto corresponda y se transforme en un sostenido ingreso para Venezuela en los próximos meses, inmediatamente he pensado en un hombre excepcional que se llamó Alberto Adriani.
Este ilustre economista, ex Ministro de Agricultura y de Hacienda después luego del fin de la dictadura de Gómez, a la cual se opuso firmemente, es el padre de las finanzas modernas del país.
Entre sus grandes aportes, como resumen de su visión crítica del régimen dictatorial de entonces y su empeño creador al estimar y visionar las posibilidades del país, rico, prometedor, con poca población y reales expectativas de crecimiento entonces, con ansias de libertad principiando la tercera década de aquel siglo, se encuentra la célebre frase y la propuesta ejemplar de: “sembrar el petróleo”.
Al considerar lo que implicaba en el momento, lo que significaba como obra realizadora, como misión y compromiso, como programa en el cual han debido empeñarse consistente y organizadamente todos los gobiernos – unos más, otros menos o nada en definitiva-, incumplida finalmente la tarea, Venezuela ha perdido oportunidades extraordinarias malbaratando sus recursos, limitando severamente sus posibilidades del presente y del futuro.
A tiempo Adriani advirtió nuestro mal, consideró nuestra desgracia, nuestro lamentable estado que aún persiste y se profundiza: “Si se pudiera vencer la incuria y la ignorancia de esos hombres imprevisores que en estos años de despilfarro y servidumbre gomecista pretenden dirigirnos…Venezuela es entonces un estado fuera de mundo, una factoría de petróleo extraído en brazos esclavos. Gobiernan los incapaces y los peores”, señaló.
Hemos tenido envidiables momentos de abundancia de recursos gracias al ingreso petrolero. Momentos en los cuales se invirtieron en obras, infraestructura, desarrollo material y social. Otros sin embargo, como seguramente lo vislumbraba Adriani, representó la pérdida irresponsable de oportunidades, el arrebato y el defalco del tesoro nacional, la ambición volcada sobre la explotada y empobrecida Venezuela minera.
Ya el petróleo no es suficiente para atender tanta necesidad acumulada y tanta ocasión perdida. El país más envidado, abandonado; el país con mayores posibilidades, perdido. No es la ausencia de optimismo lo que nos mueve sino la evidencia de que malbaratamos lo que tuvimos y no estamos ciertos que lo volveremos a disponer y administrar correctamente.
El petróleo va a subir este año. ¿En qué se transformarán de manera cierta esos ingresos? ¿qué ha pasado con los beneficios anteriores? ¿Dónde está el desarrollo futuro? ¿Qué pasó con el país que iba a ser el más avanzado de América Latina en el siglo XXI?
Queda aún de este nuevo siglo un largo trecho en el que Venezuela debe resurgir, sin petróleo, sin la bonanza anterior pero sí por las capacidades, competencias, acciones de sus hijos.
¿Tendremos nuevamente la ocasión única de asegurar la prosperidad y sembrar el petróleo? Una Venezuela mejor debe surgir finalmente para asegurar el crecimiento y el bienestar nacional.